La brutalidad del Tren de Aragua se expande por Latinoamérica

Internacionales

La cárcel de Tocorón funciona como centro de operaciones del Tren de Aragua, organización a la que se le atribuyen terribles crímenes en Colombia, Perú, Chile, Ecuador y Bolivia.

La organización surgió a comienzos de los años 2000, en la figura del sindicato de construcción del tren del estado Aragua, obra que nunca se terminó. De las típicas comisiones y extorsiones por puestos de trabajo pasó al sicariato, robos en las autopistas, secuestros, narcotráfico y trata de personas.

Ronna Rísquez, investigadora de grupos armados y violencia, aseguró: «No es un mito, es una organización poderosa que ha logrado tener presencia en varios países de la región».

En la cárcel de Tocorón cumple condena Héctor «Niño» Guerrero, uno de los principales cerebros de la megabanda, quién impone su ley como «pran» del recinto penitenciario. El «Niño» fue el responsable de llevar el grupo delictivo a lo que es hoy, luego de asumir el control en 2013. La población penal fue la primera víctima: deben pagar vacuna para comer, dormir, acudir a las citas del tribunal, etc.

El criminólogo Mario Mármol explicó: «Estando preso se dieron las condiciones que buscan una banda: hacerse de un territorio, de una población, de armas, imponer su ley y manejar dinero».

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La aguda y prolongada crisis económica en Venezuela provocó una «pérdida de oportunidades para el crimen», lo que obligó a muchos miembros del Tren de Aragua a unirse a la ola migratoria desde hace siete años, según Roberto Briceño León, director del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV): «Parte de los negocios se reducían porque no había, por ejemplo, dinero para pagar un secuestro».

La primera movilización de los criminales fue hacia las zonas fronterizas. Rísquez señaló: «Se percataron de que en la migración había una oportunidad de negocio y convirtieron a los migrantes venezolanos en sus primeras víctimas». Luego también se expandieron hacia el oriente de Venezuela, con el fin de controlar el tráfico de drogas hacia el Caribe.

Los primeros delitos del Tren de Aragua en otros países se registraron entre 2016 y 2018. Briceño puntualizó que la brutalidad ejercida en Colombia corresponde a la «experiencia criminal antigua» en el país neogranadino, que «requiere de mucha fuerza, impacto y demostrar esa crueldad» para lograr imponerse en sus territorios.

En su expansión a través de Colombia, el Tren de Aragua no sólo se enfrentó a bandas rivales, sino también a las disidencias de las FARC presentes incluso en Venezuela.

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En cuánto a sus métodos, Mármol opinó que el desmembramiento es una práctica común en las cárceles venezolanas: «Tienen esa formación, ese rasgo perverso y cuando la situación lo amerita lo aplican: desmembrarlo, decapitarlo, un sicariato con múltiples balazos. Es su sello».

El tamaño de la banda no está claro, pero Rísquez calcula que a estas alturas podrían ser miles. Mármol estima entre 1.000 y 2.000: «No son el Cártel de Sinaloa, pero pueden mantener operaciones de tráfico de drogas, extorsiones y trata», dijo Rísquez, «todo se maneja desde Tocorón».

No obstante, Briceño descartó que sea una organización vertical: «Funcionan en alianzas, como franquicias: usan el emblema, el nombre, el terror que inspiran y reclutan gente a nivel local», y simultáneamente reciben apoyo logístico desde Venezuela.

Concluyó: «Es un modelo que copian de algunas facciones de Brasil. Se garantizan lealtad, apoyo y al mismo tiempo reciben tributos».

Redacción: Alicia Salazar

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