La ambición del chavismo no tiene límites, algo que demuestra el acelerado crecimiento de la desforestación de las selvas venezolanas. La indiscriminada explotación minera está acabando con nuestro pulmón vegetal a una velocidad vertiginosa, casi tan rápido como se llenan los bolsillos de los militares, los enchufados y la oligarquía rojita.
Durante años, Venezuela se mantuvo por debajo de los niveles de destrucción de selvas en Sudamérica. Entre 2001 a 2020, la pérdida de bosques se estabilizó en un 4,1% en comparación con el total de bosques existentes para 2000. Eso es un porcentaje inferior a la media regional de 9,9%.
En cuanto a la deforestación de los bosques naturales, mientras la media entre los países de la región se ubicaba en un 6,6%, en el caso de Venezuela apenas se llegaba al 1,5%. Sin embargo, en apenas 5 años, todos los números de deforestaciones se dispararon, lo que está llevando al país a sufrir «la mayor velocidad de aumento en la desaparición de este tipo de vegetación, con un aumento anual de casi 170% para esos seis años, bastante por delante de Colombia y Bolivia, que son los más próximos». Esto, según un reporte elaborado por la Global Forest Watch y la Red Amazónica de Información Socio Ambiental Georeferenciada, RAISG.
Destaca el reporte que entre 2001 a 2015 el bosque natural acumuló un 19% del total de pérdidas de bosques en Venezuela, escalando a un 35% entre 2016 a 2020. Alejandro Álvarez Iragorry, quien es el director de Clima 21, advirtió que «La velocidad en que empezó a deforestarse el bosque natural en Venezuela no tiene precedentes y es más alta en la región amazónica». Un récord para nada halagüeño sí hablamos del futuro del país.
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El informe apunta a que el 57% de la deforestación en Venezuela se concentra en cinco estados: Amazonas y Bolívar por el sur, ante el avance de la explotación minera que el dictador Nicolás Maduro ordenó iniciar en 2016, ignorando todas las advertencias sobre su impacto negativo en el medio ambiente y la comunidad autóctona. Algo similar ocurre en el Zulia, esta vez por la extracción del carbón, así como por la siembra de palma real y la ganadería, que requieren de amplios terrenos que le son arrebatados a los bosques. En el caso de Monagas y Anzoátegui, la tala es la principal causa de la deforestación. Todos estos casos son conocidos y avalados desde Miraflores.
En el caso de Amazonas y Bolívar, la situación es más que crítica. El portal MapBiomas adviritó que entre 1985 y 2020 la Amazonía venezolana tuvo una pérdida de 1,1 millones de hectáreas de selvas. Esto convierte a esta región en uno de los más preocupantes puntos críticos de deforestación en todo el mundo.
Asimismo, la RAISG ubicó para 2020 más de 4.400 campos de minería ilegal en el área del Amazonas, 32% de los cuales se encuentran en territorio venezolano, a la vista -y con la bendición- del régimen chavista. Estos campamentos han causado, y seguirán causando, graves daños en los frágiles ecosistemas de los Parques Nacionales Canaima, Yapacana, Duida Marahuaca, Parima Tapirapeco y Serranía La Neblina.
Alejandro Álvarez Iragorry, quién también es biólogo, advirtió que «En esta zona tenemos una minería que va abriendo huecos a lo largo de los ríos, un conuqueo, de quema y roza, que llega casi a agricultura tradicional indígena, que está creciendo mucho y tenemos la hipótesis de que se debe a un incremento de la demanda de alimentos relacionada con la intensa actividad minera».
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En contraposición, la dictadura presentó ante la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, una narrativa por completo falsa, donde se afirma que el régimen había revertido la deforestación en un 47%. Dicha mentira queda en evidencia con las imágenes satelitales que demuestra la expansión del daño en la región amazónica. Además, Caracas aseguró que sembraría 10 millones de árboles, promesa que jamás cumplió. Todo esto apunta a que al régimen chavista le importa más lo que se pueda obtener con la destrucción del bosque, que en protegerlos.
Para Álvarez Iragorry la pérdida de los bosques es una amenaza para la continuidad de la vida en todo el planeta. Recordó que «Ellos absorben el CO2 que queda secuestrado en el árbol, lo convierten en raíces y troncos, pero si se altera su funcionamiento en un momento empiezan a producir las mismas emisiones que captan».
En resumen, en los últimos cinco años de gobierno socialista, Venezuela ha perdido más bosques que en los últimos quince años. Como una referencia comparativa se puede decir que anualmente desaparece un área boscosa tan grande como tres ciudades de Caracas. Esto son como 612 canchas de fútbol esfumándose cada 24 horas.
Atrás están quedando los tiempos cuando la democracia demostró su empeño en preservar la pureza de nuestras selvas. En la Venezuela chavista, importa más lo que está bajo los bosques que estos. Importa más los diamantes que los pobladores originarios. Importa más la tala que la biodiversidad de las especies. Resumiendo: importa más el oro de sangre que Nicolás Maduro acumula en sus cuentas, que la vida de todos los venezolanos.
Redacción: Juan Pablo Peñaloza