Vidal es uno de los más queridos y recordados medallistas olímpicos del país. Un pionero de la natación nacional de alta competencia y un ejemplo de compromiso con el mundo deportivo.
Rafael Vidal, fallecido de forma absurda a la temprana edad de 41 años, ha sido, hasta ahora, el único medallista olímpico venezolano en natación, tras conseguir la presea de bronce en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984 en la modalidad de 200 metros.
Nació en Caracas el 6 de enero de 1964 y fue el mayor de dos hijos. A los 7 años practicaba en las piscinas del colegio Santiago de León de Caracas y a los 14 ya era integrante de la selección nacional, lo que significó el inicio de una exitosa carrera, incluso fuera del país. Sus entrenadores más destacados fueron Andrés Alvarado y Alfonso Victoria.
Su incursión en la natación se dio gracias a su madre, Marina de Vidal, quien lo inscribió en las piscinas Francisco de Miranda, que estaban frente al Parque del Este, en Caracas: «Lo llevé a la natación porque quedaba cerca de la casa, pues vivía cerca, en Los Palos Grandes. También porque tenía muy mal comer, quería despertarle el apetito», relató la señora Marina. Lo que debía ser un curso de tres meses, se convirtió en su vocación y su disciplina y talento lo llevó al deporte de élite.
En bachillerato comenzó a trabajar con Alfonso Victoria, quien lo instruyó en la etapa profesional, ya que Rafael fue becado en la Universidad de Florida para cursar administración de empresas y una maestría en ingeniería informática.
En 1980 participó en el Campeonato Suramericano Abierto de Natación en Buenos Aires, ganando una medalla de oro y otra de plata. Luego, consiguió dos preseas de oro en el Campeonato Suramericano de Natación de Medellín y otro par de medallas doradas en la edición del mismo torneo en México.
Estuvo en los Juegos Olímpicos de Moscú con apenas 14 años, terminando en la posición 14 de los 200 metros mariposa. Su carrera continuó y explotó en los Juegos Bolivarianos de Barquisimeto (1981), donde obtuvo seis medallas de oro y dos de plata. También nadó en los Juegos Centroamericanos de La Habana en 1982, colgándose seis doradas.
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Así lo recordó su entrenador Andrés Alvarado: «Comenzó desde el primer nivel, hasta el quinto nivel. En el último nivel se les hacía a todos una prueba para que mejoraran sus tiempos en mariposa, espalda, pecho y libre, pero él mejoró tres».
Bajó la supervisión de Alvarado, pulió algunos detalles y siguió compitiendo en torneos nacionales e internacionales: «Su primer viaje con nosotros fue para Trinidad y Tobago. Luego estuvimos en Cali y Medellín y en el año 1976 nadó por primera vez en un torneo nacional en San Cristóbal y ganó el oro en los 100 metros mariposa, plata en los 400 libre y dos medallas de oro en el relevo».
Llegar a los Juegos Olímpicos de 1984 tuvo un trasfondo emocional: le había prometido a su padre, enfermo de cáncer, que le traería la medalla. «Le dije que recordara que los ocho que estarían ahí en los tacos van con la idea de traerse una medalla. Si te la traes, bienvenida. Pero si no, eres nuestro campeón olímpico«, contó su madre en el programa «Biografías» de Globovisión.
El 3 de agosto de 1984 el nombre de Rafael Vidal quedó inmortalizado. Partió desde el carril cinco y llegó tercero en los 200 metros mariposa, con un tiempo de 1 minuto, 57 segundos y 51 centésimas, detrás del australiano Jon Sieben (1:57:40) y el alemán Michael Gross (1:57:04). En ese momento se convirtió en el quinto atleta nacional en ganar una medalla olímpica y el único que lo ha hecho en natación.
Una vez retirado de su gran pasión, comenzó su carrera como comentarista deportivo en el canal RCTV y también su labor en el Instituto Regional de Deportes del estado Miranda. Publicó el libro «Los Sellos Secretos» (1999), que comenzó a escribir cuando era un niño de 12 años.
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El profesor de Vidal, Robert Rodríguez, comentó: «Rafael descubrió ese interés en el conocimiento y en compartir lo que él podía adquirir a través de sus estudios y su dedicación. Entendió muy bien que el ser humano va madurando y él no podía seguir siendo nadador toda la vida o dedicarse a ser entrenador de natación. Por eso escribió ese libro y tuvo ese ascenso para esa búsqueda espiritual», recordó.
La madrugada del 12 de febrero de 2005, la imprudencia criminal de un conductor causó la muerte del admirado medallista. En una calle de Baruta, estado Miranda, una camioneta Hummer que participaba en una carrera ilegal se estrelló contra el automóvil de Vidal, que fue arrastrado varios metros.
El responsable de la muerte de Vidal fue identificado como Roberto Detto Redaelli, quien, bajo los efectos de las drogas, manejaba la Hummer sin placas a más de 140 kilómetros por hora cuando impactó al Toyota Corola de Vidal. Se considera que el hecho de no poseer placas era una manera de evadir responsabilidades en caso de provocar un accidente como el que acabó con la vida del atleta venezolano.
Hay que destacar que cinco años antes, Roberto Detto Redaelli ya había sido acusado de homicidio intencional frustrado en contra de Leonardo Brito. En esa ocasión, Redaelli manejaba una Cherokee adaptada, con la que impactó por detrás el vehículo de Brito y luego pasó la camioneta por encima del auto.
Redaelli, quien para el momento del accidente participaba en un pique ilegal, recibió una condena de 15 años de prisión por homicidio intencional. Sorpresivamente, acabó obteniendo la libertad condicional, aberración que causo indignación en todo el país. Volver a la calle le costó cerca de 8 millones de bolívares de la época.
En honor a Rafael Vidal, se declaró el 12 de febrero como el Día Nacional del Nadador. De igual manera, en las piscinas deportivas de Venezuela se realizan eventos para homenajear al nadador, denominados «Un millón de metros por Rafael Vidal».
Redacción: Sebastián Yáñez