¿Quién fue Andrés Eloy Blanco, el gran cumanés que con poesía y honestidad enfrentó dos dictaduras?

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La obra de este popular poeta siempre correspondió con el contexto político y social que le tocó vivir. Contestatario ante las figuras autoritarias que forjaron la historia nacional, su voz lúcida todavía resuena en la Venezuela del siglo XXI.

Exiliado por culpa de una cruenta dictadura, Andrés Eloy Blanco murió lejos de su patria el sábado 21 de mayo de 1955. Para el domingo, ya la noticia se había difundido entre los círculos culturales del país y entre la resistencia política que se mantenía en la clandestinidad por la represión de Marcos Pérez Jiménez.

Varios periódicos reseñaron el suceso: un accidente de tránsito en la ciudad de México le costó la vida al gran hombre. Venezuela le dijo adiós a una personalidad admirable que, sobrepasando su fama literaria, quedó grabada en la memoria de todo un país por su calidez humana.

Andrés Eloy Blanco nació el 6 de agosto de 1896 en Cumaná, en el hogar del matrimonio conformado por el doctor Luis Felipe Blanco Fariñas y la señora Dolores Meaño Escalante. Casi toda su vida temprana transcurrió entre las dictaduras militaristas de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez.

Sus años de infancia los pasó en su ciudad natal en el estado Sucre. Cuando Andrés Eloy tenía 13 años de edad, la familia se trasladó a Caracas. En ese momento, el joven ingresó al Colegio Nacional de Varones, ubicado en el centro de Caracas y dirigido por el pedagogo Luis Ezpelosin.

En 1911, publicó sus primeros poemas en el periódico El Universal. Se titularon «El solitario de Santa Marta», «El solitario de Santa Elena» y «Walkiria».

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Mientras cursaba estudios en la Universidad Central de Venezuela, comenzó su participación en la política y realizó diferentes proyectos junto a otros jóvenes de su generación. En 1913 ejerció como vocero en un acto estudiantil de protesta contra un acuerdo protocolar entre Venezuela y Francia.

Se graduó en 1919 y trabajó como abogado durante algunos años en el estado Apure. En 1921 publicó su primer poemario: «Tierras que me oyeron». En 1923 fue galardonado con el primer premio por su poema «Canto a España», en un concurso de la Real Academia Española de la Lengua.

Vivió un tiempo en España, donde estuvo en contacto con la nueva poesía en español y descubrió los movimientos literarios experimentales amparados por gigantes como Federico García Lorca y Rafael Alberti. También comprendió la importancia de la tradición popular en la poesía.

Fue nombrado miembro de la Academia Sevillana de las Buenas Letras en 1924. Ese mismo año se trasladó a Cuba para encontrarse con algunos exiliados venezolanos. Su regreso al país resultó tumultuoso por su activa participación en la Generación del 28 que se enfrentó a la dictadura de Juan Vicente Gómez.

La escritura de Andrés Eloy Blanco de entonces se caracterizó por la sátira contra el régimen hasta que fue apresado en la temible cárcel de La Rotunda, donde languideció hasta 1933. Luego fue enviado por un año al Castillo de Puerto Cabello, en cuyas mazmorras escribió «Barco de piedra».

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Tras la muerte de Juan Vicente Gómez, en 1935, el país inició un proceso de transición democrática. El poeta fue nombrado jefe del Servicio de Gabinete en el Ministerio Obras Públicas. No obstante, su postura crítica ante el gobierno de Eleazar López Contreras provocó su destitución en 1936 y la posterior asignación a la Inspectoría de Consulados. Este trabajo le permitió viajar a Cuba, Estados Unidos y Canadá.

En 1937 regresó a Caracas para impulsar la creación del Partido Democrático Nacional (PDN) y logró un escaño como diputado en el Congreso Nacional. Otro de sus legados fue la creación el 13 de septiembre de 1941, junto a Rómulo Betancourt y Rómulo Gallegos, del partido político Acción Democrática (AD).

El 17 de diciembre de 1946 se instaló la Asamblea Nacional Constituyente bajo el liderazgo de Andrés Eloy Blanco. Este organismo deliberó durante el primer semestre de 1947 y el 5 de julio se promulgó la nueva Constitución. Todos los partidos tuvieron representación en la Asamblea y los debates fueron transmitidos por radio; todo el país participó como nunca antes.

La Asamblea Nacional Constituyente no tenía precedentes: fue el primer parlamento elegido por voto popular en Venezuela y se destacó por la calidad y diversidad intelectual de sus integrantes, además del pluralismo ideológico imperante.

Allí, Andrés Eloy hizo gala de su cultura jurídica, tolerancia y, sobre todo, su excelente sentido del humor. Una muestra fue la respuesta que dio ante un ataque injustificado de sus adversarios políticos: «Mi casa de Los Chorros tardó tres años en construirse. Fue el único plan trienal que se ha cumplido en Venezuela». O cuando sorprendió a todos al anunciar: «Señores, se suspende la sesión. Me voy a la clínica porque ha nacido un hijo mío y voy a inscribirlo en AD».

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La noticia del derrocamiento de Rómulo Gallegos el 24 de noviembre de 1948, por la junta militar dirigida por Carlos Delgado Chalbaud y Marcos Pérez Jiménez, le llegó a Andrés Eloy Blanco cuando asistía a la Tercera Asamblea Nacional de las Naciones Unidas en París, Francia. La ardua construcción de la democracia, en la que tanto empeño había puesto, desapareció con pasmosa rapidez.

Luego de pasar por La Habana, Cuba, en 1950, decidió exiliarse en México, donde vivió hasta su muerte en 1955. Diversificó su oficio de escritor y convirtió el periodismo en su labor vital durante esos años. Esto le dio a Andrés Eloy Blanco una vía para la crítica y la denuncia de los abusos ocurridos en Venezuela durante los años de dictadura.

Al respecto, el académico Rafael Arráiz Lucca, señaló: «Es imposible leer la obra poética de Andrés Eloy sin recordar que quien escribe es un integrante principal de la generación que inventó la política en Venezuela, que creó los partidos políticos modernos, que convocó a elecciones universales, directas y secretas, y que llevó al sector civil al mando, asignándole al militar las tareas profesionales previstas por la Constitución Nacional».

El autor de «Píntame angelitos negros», «El limonero del señor», «Las uvas del tiempo» y «La loca Luz Caraballo» nunca regresó a Venezuela y falleció en la plenitud de su talento creador. Sin embargo, aunque ese fue su destino, vivió intensamente y produjo mucho. El legado de Andrés Eloy Blanco se mantiene vivo en el alma del pueblo venezolano, que al escuchar el nombre del insigne poeta es capaz de recitar algunos versos sueltos.

Redacción: Alicia Salazar

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