Las cárceles venezolanas son un infierno para los presos extranjeros

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Las cárceles venezolanas en la Venezuela socialista, se han convertido en pozo sin fin de humillaciones, hambre y muerte. Esta es la realidad para quienes tienen la mala suerte de caer allí, nacionales o extranjeros, quienes, además, están bajo el permanente temor de que el fallido sistema de justicia del país los abandone allí para siempre.

En Venezuela, un preso extranjero debe olvidarse de las llamadas consulares o de contar con el asesoramiento necesario para entender su situación legal y los pasos necesarios para lograr su defensa. Nada de esto ocurre en las cárceles del país, verdaderos feudos donde el que manda es el pran sin que exista autoridad alguna que se atreva a retarlo.

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La situación de los derechos de un preso extranjero en el país es tan crítica, que el Observatorio Venezolano de Prisiones, OVP, aseveró que basta ser un preso extranjero en las cárceles de Venezuela para estar, literalmente, condenado.

De hecho, esta ONG publicó en sus redes sociales un video donde denuncia la situación de aquellos extranjeros que están atrapados en el corrupto sistema penitenciario venezolano. No son pocos los foráneos detenidos en las cárceles nacionales. Hay ciudadanos de Ecuador, Brasil, México, Estados Unidos, Haití, Perú, Nigeria, España, China, Cuba, Guayana e Italia, para nombrar algunos países. Y el número sigue creciendo.

Según el Observatorio Venezolano de Prisiones, sólo en el Centro Penitenciario de Occidente, también llamado Cárcel de Santa Ana, en el estado Táchira, se registran 348 hombres y 60 mujeres de diferentes nacionalidades. Tomando en cuenta que esto representa una parte de todo el sistema penitenciario nacional, es de suponerse que el número de extranjeros presos es muy superior.

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Al igual que el resto de los privados de libertad bajo la dictadura chavista, los prisioneros extranjeros comparten hambre, enfermedades, hacinamiento y una nula atención médica, además la brutalidad gratuita por parte de algunos uniformados, sin tener a quién acudir para denunciar estas infrahumanas condiciones de presidio.

Para el OVP, por todo esto «Ser un preso extranjero es sufrir la precariedad de un sistema penitenciario que se niega a garantizar los derechos humanos de los privados de libertad». Sobran las palabras.

Redacción: Juan Pablo Peñaloza

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