Crisis en el sistema de salud comprometen esfuerzos contra la malaria

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Reportes recientes indican que aunque los casos han disminuido, el estado Bolívar continúa siendo un preocupante foco de transmisión de la enfermedad.

Venezuela es el país que más contribuye al número de casos de paludismo en el continente americano, por lo que sigue poniendo en jaque los planes para combatir la enfermedad.

Este 25 de abril fue el «Día mundial de la lucha Contra la Malaria», y de acuerdo al último informe de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas, en Venezuela se diagnosticaron 2.796 casos de paludismo en las dos primeras semanas de 2022.

Los sectores más afectados fueron los municipios Sifontes del estado Bolívar, donde se presentaron 1.113 casos, 39,8% del total nacional, y Caroní, donde se registraron 453 casos para un 16% de los casos registrados.

Las personas contagiadas cuestionan las fallas de los programas de control comunitarios, como la falta de fumigación para eliminar a los mosquitos transmisores y la distribución de medicamentos vencidos.

De hecho, los blisters de primaquina distribuidos recientemente para tratar la enfermedad, tienen una fecha de vencimiento entre 2020 y 2021. A pesar de que los médicos aseguraron que aún son efectivos, los enfermos desconfían de esas medicinas.

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No obstante, aún con las precariedades, las medidas que controlan la epidemia sí han dado frutos, según Juana Farías, jefa de la red de Asistencia Integral Comunitaria del municipio Caroní: «Pasamos de tener 200 pacientes diarios en 2018 a quince pacientes diarios en la actualidad».

La estrategia se basa en la multiplicación de los puntos de diagnóstico y vigilancia de la enfermedad, donde se aplican pruebas rápidas para detectar la infección, y se entregan los tratamientos y los mosquiteros impregnados de insecticida, especialmente entre las embarazadas.

La tendencia a la disminución de los casos de malaria en el país fue confirmada por el Informe Mundial de Malaria de la OMS. Después de que la enfermedad se incrementara en la última década y pasara de casi 138.000 casos en 2015 a más de 467.000 en 2019, la cifra se redujo casi a la mitad en 2020 con 232.000 casos. En 2021, de acuerdo a datos extraoficiales de la Dirección de Salud Ambiental del Ministerio de Salud, hubo 147.113 casos en total.

La OMS atribuyó el cambio de tendencia a «las restricciones de movilidad durante la pandemia de covid-19 y a la escasez de combustible que afectó la industria minera». El informe señala que el confinamiento podría haber afectado el acceso a los servicios sanitarios, lo que también habría incidido en un menor reporte de casos.

María Eugenia Grillet, bióloga de la UCV, señala que, si bien las conclusiones de la OMS son una aceptación de que el descenso de la malaria se debe a condiciones coyunturales más que a un programa efectivo, los esfuerzos que realizan las organizaciones de intervención humanitaria en las zonas maláricas, como Sifontes, han marcado una gran diferencia.

Organizaciones como la Cruz Roja Internacional, el Rotary Club y Médicos sin Fronteras, han acudido en ayuda del Estado, que se ha visto sobrepasado por la epidemia: «La actividad realizada por estas organizaciones desde fines de 2019, que consiste en vigilancia y diagnóstico a tiempo, distribución del tratamiento y uso de mosquiteros, han contribuido a bajar considerablemente los casos».

Los especialistas coinciden en que el hecho de que 35% de los casos de malaria reportados en el continente son venezolanos ha sido provocado por el desmantelamiento de la infraestructura de salud, el cese de la vigilancia epidemiológica, la profunda crisis económica y la sobreexplotación minera en Bolívar luego del decreto que creó el Arco Minero del Orinoco en 2016.

Por otra parte, combatir la epidemia en el estado Bolívar es algo complejo, entre otras cosas, por su extensión territorial y la diversidad de su población. La población flotante que no está en forma permanente en el área, es una de las mayores dificultades.

No obstante, se espera que la reducción en el número de casos de paludismo registrada por los organismos internacionales se sostenga en el tiempo y se alcance la meta de disminuir significativamente el número de casos positivos en el estado Bolívar para 2024.

La medida de prevención más importante es la vigilancia constante del insecto, debido a que la minería facilita las condiciones para la reproducción del mosquito, lo que favorece la transmisión de la malaria.

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Por ejemplo, en la parroquia San Isidro se observa mejor esa conexión entre la deforestación por avance minero y el incremento de los casos de malaria: entre 2007 y 2017 perdió alrededor de 3.000 hectáreas de bosques y en el mismo período la malaria se incrementó en un 746%, según una investigación publicada en Plos Neglected Tropical Diseases.

En 2021, la epidemia estuvo activa en 18 estados de Venezuela. Juan Carlos Gabaldón, investigador venezolano del Instituto de Salud Global de Barcelona, España, señaló al respecto: «Al afianzarse la crisis económica en Venezuela hubo una explosión muy importante de la actividad minera ilegal en el sur del país: mucha gente de otros estados empezó a migrar hacia Bolívar y hacia Amazonas, trabajaban unos días en las minas, se infectaban y viajaban nuevamente a sus zonas de origen. Esto contribuyó a que aumentaran muchísimo los casos en esta zona, pero también a que se reactivaran focos en otros estados del país».

Farías opina que un factor que debe fortalecerse es la participación de la población en la prevención: «La gente prefiere la medicina curativa, recurrir a lo farmacológico, en lugar de prevenir: instalar mallas metálicas en las ventanas, usar ropa de color claro, usar mangas largas, tomar conciencia de que esta no es una enfermedad cualquiera, que puede tener complicaciones graves».

Gabaldón insiste en que sin inversión y sin la reconstrucción de la red de vigilancia epidemiológica, que a mediados del siglo XX hizo de Venezuela una referencia en el combate de la malaria, será imposible frenar permanentemente la transmisión de la enfermedad.

«Es un error pensar que cuando los casos bajan hay que olvidarse por completo de las medidas de vigilancia epidemiológica. Esa es una de las principales lecciones que se puede sacar de cómo ha evolucionado la epidemia en Venezuela», advirtió.

Redacción: Alicia Salazar

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