Nicolás Maduro, en una demostración más de que su ambición por el poder está por encima del bienestar de los venezolanos, condonó la deuda que diferentes países del Caribe mantenían con Venezuela. Aunque estos fondos podría ser utilizado para mejorar los servicios en el país, el indocumentado prefirió comprar la «lealtad» de estos gobiernos regalando el dinero que pertenece a las arcas de la nación. Con esta maniobra que parece extraída de un manual de la mafia, el dictador espera contar con el respaldo de presidentes y primeros ministros, ahora títeres de Miraflores, en su lucha perdida por lograr algún reconocimiento dentro del concierto de naciones.
En el juego de los poderes, muchos son los participantes y sorpresivas las decisiones. En el caso de Venezuela, la batalla para que la dictadura de Maduro sea reconocida como una democracia ha llevado a la participación de actores internacionales de peso. Este es el caso del presidente ruso Vladimir Putín, considerado por algunos como criminal de guerra por las atrocidades cometidas en la invasión no provocada que está llevando a cabo contra Ucrania.
El asunto es que desde hace tiempo, Putín ha estado arando los campos políticos de América Latina para atraerlos a la órbita rusa en una remarque de la Guerra Fría. Una de las principales semillas sembradas está en el gobierno de Argentina. Por esto, no nos debe extrañar que Alberto Fernández, presidente argentino, se encuentre tan interesado en lanzarle un salvavidas al indocumentado. La orden vino de Moscú y debe obedecerla sin chistar.
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El apoyo de Alberto Fernández, quien como buen cómplice se hace de la vista gorda ante todos los delitos cometidos por la dictadura, parece que se enmarca en una estrategia del Grupo de Puebla, un movimiento de progres e izquierdistas. Dicha estrategia apunta a socavar la democracia en América Latina en pro de regímenes totalitarios como el de Nicaragua, Cuba y el que está destruyendo a Venezuela.
No es casualidad que el apoyo de Fernández a la dictadura se dé poco antes de que Maduro decidiera condonar la deuda a Antigua y Barbuda, San Vicente y las Granadinas, Dominica y San Cristóbal y Nieves. Recordemos que los gobiernos de estas naciones fueron ya comprados por el nefasto Chávez por medio del proyecto de «PetroCaribe». Este proyecto se resumió al suministro de petróleo en condiciones grotescamente ventajosas, siempre y cuando el gobierno de las naciones beneficiadas aceptaran ser ilotas del chavismo.
El costo de la petrodiplomacia iniciado por el golpista fracasado llevó a despilfarrar millones de dólares en una época en el que el petróleo se cotizaba alrededor de los 200 dólares por barril. Ahora, cuando el chavismo ha convertido a Venezuela en el país más pobre de América Latina y del Caribe, apenas superado por Haití, Maduro vuelve a apostar por la falta de ética para blanquear su régimen criminal.
Para Mariano de Alba, internacionalista y asesor senior del International Crisis Group, con esta acción «Maduro quiere aprovechar el contexto de altos precios petroleros para seguir recuperando su legitimidad internacional en la región, complicando muchísimo la posición del gobierno estadounidense. Hay varios países que están interesados en poder recibir petróleo venezolano y están presionando a Washington para que permita la restitución de esas relaciones comerciales con Maduro y PDVSA a pesar de las sanciones»
Esta compra de conciencia bajo la figura de «condonación» presagia una fuerte tormenta política y diplomática en el marco de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), donde los gobiernos satélites bajo el control de Miraflores, presionaran en favor de su patrón.
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Señala Mariano de Alba que «La percepción dentro de la facción dominante en el gobierno de Maduro es que el actual contexto de aumento de los precios petroleros y el aumento de la demanda por fuentes energéticas durará un buen tiempo y le permitirá generar un nivel de ingresos inédito en comparación con los últimos seis años. Así que apuestan que la condonación no tendrá un gran impacto en el estado de las arcas venezolanas». Sin embargo, para el internacionalista, el régimen podría estar pecando de un excesivo optimismo en sus cálculos.
En medio de este respaldo argentino aparentemente ordenado por Moscú, y el apoyo de los títeres caribeños comprados con la condonación de sus deudas, la dictadura chavista ha desplegado un impresionante trabajo mediático para hacer creer que las cosas se arreglaron en Venezuela. La más clara demostración de esto, son los múltiples conciertos que se están realizando a todo lo largo y ancho de la nación, conciertos cuyas entradas sobrepasan con facilidad lo que el trabajador gana en más de un mes, algo que a los artistas poco les importa.
Ante esto, Andrés Velásquez, político de oposición, señala: «Qué manera de burlarse del sufrimiento de todo un país. Pero hagan lo que hagan no podrán esconder la pobreza, el hambre, la violación de derechos humanos y la ausencia de libertad y democracia».
Mientras tanto, la dictadura sigue utilizando el dinero de los venezolanos para llenar bolsillos, comprar conciencia y verse reflejado en artistas sin ética que ayudan, con su sola presencia, a limpiarle el rostro al régimen criminal.
Redacción: Luis González