La dictadura de Nicolás Maduro sigue tratando de ocultar el desastre y los crímenes que se perpetran en su nombre. Para ello, ha dedicado buena parte del presupuesto nacional en comprar medios de comunicación, crear granjas de boots, amedrentar a los periodistas y satanizar a la verdad. Y a pesar de todo el tiempo y esfuerzo invertido, está muy lejos de silenciar al país.
El brutal esfuerzo de la dictadura chavista por acallar a todo un pueblo lo ha llevado a ubicarse en el último lugar a nivel continental en cuanto a la libertad de prensa, según lo reseña el índice Chapultepec de la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP. Para León Hernández, profesor universitario y coordinador de dicho índice, en Venezuela «Se ha instaurado una máquina estructurada de censura».
En cuanto a Reporteros Sin Fronteras (RSF), esta organización ubica a Venezuela en el puesto 159 de los 180 países que monitorea, denunciando que existe una «hegemonía comunicacional» y «restricción de la información» por parte del régimen.
Señala León Hernández que en el presente «ecosistema mediático restringido» surgen medidas como si fuera el VAR, en referencia al sistema de revisión de jugadas que se utiliza en el fútbol. Según periodistas venezolanos, «No puede salir nada al aire sin que el VAR lo apruebe».
El VAR al que hacen referencia es un grupo creado por WhatsApp. Allí se aglutina los más importantes representantes de la radio para decidir los temas a tratar y a quienes invitar en los programas. Aunque, se afirma, siempre se buscan maneras creativas para presentar puntos sensibles.
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En los medios se pueden tocar algunos temas como la crisis económica, colapso de servicios públicos, pero se tiene sumo cuidado con los temas políticos. En especial, si se duda de la «legitimidad» del dictador.
Según un papel que le es leído a los invitados a programas de radio o tv, se aclara que «El término usurpador o cualquier otra expresión similar como calificativo del gobierno actual o del presidente Maduro incita al desconocimiento de las autoridades legítimamente constituidas».
Además, está prohibido darle notoriedad a Juan Guaidó, reconocido por Estados Unidos y otros países como el presidente (e) de Venezuela. Esto ha llevado que actores, cantantes, analistas políticos, económicos, etc., sean vetados para evitar comentarios que le desagraden al dictador o a su entorno.
Un directivo de Radio Unión, un medio de comunicación que se encuentra bajo vigilancia de la dictadura, expresó que «En efecto existe un proceso de evaluación de pautas, temas e invitados». Indica que esto «Te obliga a ser tú quien te autorregules y evitar cualquier sanción, en una ley cuyo régimen sancionatorio es bastante amplio». Estas pueden ser multas o el revocar los permisos de transmisión. Su extrema discrecionalidad la convierte en una guillotina para todos los medios de comunicación en Venezuela.
Cuando algo no agrada al régimen, la autoridad regulatoria envía exhortos a los medios de comunicación. Estas son advertencias para no repetir aquellos contenidos que desnuden a la dictadura. En este momento, más del 80% de los medios de comunicación en Venezuela, radio y TV, se encuentran en proceso de renovación, por lo que un desliz con algún comentario incómodo puede provocar su desaparición inmediata.
Estas amenazas no son un invento de Maduro. El nefasto Chávez fue el primero que, acobardado por la verdad que amenazaba con evidenciar la extrema corrupción que él impulsaba, comenzó a atacar a los medios de comunicación. Es así como, en 2007, cerró a RCTV, la más emblemática televisora de Venezuela y aguerrida crítica de los abusos cometidos desde Miraflores.
En 2013, aliados del régimen compraron a Globovisión, después de un largo proceso en el que el dueño de este canal fue víctima de terrorismo de estado para forzar a la venta del canal de TV. También compraron el grupo editorial de Últimas Noticias, convirtiéndolo en esbirro comunicacional en favor del régimen. En 2014 compraron a El Universal, uno de los diarios más antiguos de Venezuela. En todos los casos, se han presentado fuertes dudas sobre la legalidad de estas compras y el origen de la fortuna que se requirió para adquirir estos medios de comunicación.
En todos estos casos, las líneas editoriales dieron un giro de 180% para favorecer a la dictadura y al indocumentado. Una periodista relacionada con el campo señaló que «Ha habido episodios de autocensura y, por supuesto, eso genera descontento».
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Un caso icónico por intentar controlar a los medios opositores a la usurpación chavista, es la guerra desatada en contra del diario El Nacional. Este diario replicó una noticia aparecida en un periódico de España que señalaba a Diosdado Cabello como parte de una red de narcotráfico. Cabello demandó al periódico en España, perdiendo el juicio, ya que los periodistas de investigación del medio en cuestión demostraron que todo lo dicho era cierto.
Aun así, Diosdado demandó a El Nacional por publicar la noticia que era cierta. Pero a diferencia de España, donde la justicia funciona, las cortes venezolanas se encargaron de corromper todos los procedimientos para obtener una sentencia a favor del eterno segundón del chavismo. Es así como Diosdado Cabello se hizo con la sede física del periódico en una de las escandalosas demostración de corrupción judicial a órdenes de Nicolás Maduro.
Ya El Nacional había recibido diferentes ataques para limitar su labor, como el bloqueo para obtener papel periódico, lo que llevó al cierre de la venta física de este medio. Por ello migraron al internet, aunque esto no impidió el acoso del régimen. En varias ocasiones la dictadura ha bloqueado a este medio, tratando de acallar las verdades que transmite en sus artículos.
Conociendo el nivel de credibilidad con el que goza este medio, y el arrastre que tiene entre los venezolanos que desean conocer la verdad del país, Miguel Enrique Otero, director de El Nacional, recibió ofertas de compra por su periódico; cantidades astronómicas para cederlo a la dictadura.
Todo lo que ahora está sucediendo con este medio se debe a la negativa de venderlo y la voluntad de Miguel Enrique Otero de seguir informando sin censura, tal como su padre, Miguel Otero Silva, enfrentó a Juan Vicente Gómez.
Redacción: Luis González