Los problemas de salud mental son cada vez más comunes. Es cierto que actualmente hay mayor conciencia del tema, pero las crisis mundiales han agudizado la inseguridad de muchas personas.
Carlos Sánchez Polo, psicoterapeuta y psicólogo General Sanitario en la Universidad de Comillas, explica sobre el síndrome del pensamiento acelerado por estrés: «Es un patrón de pensamiento ineficaz, ya que se caracteriza por una producción intensa de contenidos que escapa a la comprensión. Una constante asociación de ideas que no desembocan en conclusiones. El resultado es mucho trabajo y poco resultado».
El estilo de vida moderno puede ser intenso y frenético. Levantarse, ejercitarse, tomar el transporte público, enfrentarse a los retos del trabajo (o teletrabajo), regresar a casa, hacer las tareas domésticas, todo ello con las notificaciones casi constantes del teléfono celular y el incesante bombardeo de otras pantallas. Al final, todo eso termina por pasar factura.
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Tal como el bombardeo sensorial que experimentamos por influencia del entorno, muchas personas en ocasiones notan que sus pensamientos se suceden a un ritmo imparable. No obstante, hay que destacar que el síndrome no es una enfermedad mental en sí mismo, sino un conjunto de signos provenientes de un malestar más profundo, sea de origen clínico o no.
El doctor Sánchez aclara: «Se trata de un síntoma y no de un trastorno. Es la consecuencia de un problema. Puede aparecer en circunstancias no clínicas: si estamos expuestos a muchísimo estrés, por ejemplo, si estamos a cargo de una empresa, tenemos problemas familiares y el país está sumergido en una profunda crisis que afecta a la calidad de vida, no sería de extrañar que esta sintomatología pueda aparecer en cualquier persona, aunque quizás no de forma evidente».
Aunque, claro está, la taquipsiquia, nombre técnico de este síndrome, sí puede aparecer vinculada a determinados trastornos: «Muchas veces es un síntoma característico de trastornos bipolares y de tipo psicótico. En estos casos, se hace esta distinción clínica porque no siempre responde a estresores objetivos, de forma que la persona expresa este síntoma de manera frecuente, duradera y excesivamente intensa», señala el experto.
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Luego especifica: «Es importante no confundirlo con los pensamientos intrusivos y recurrentes propios de los trastornos de ansiedad, en los que nos anclamos a contenidos y preocupaciones. Aquí eso da igual, aquí el problema es la manera en que se expresa el pensamiento: esa aceleración que deriva en ideas inconexas y que no tiene ninguna funcionalidad».
Es este sentido, es muy distinto a «sumergirnos en una preocupación limitante: la consecuencia, más bien, es un discurso desorganizado, que no nos permite acceder a ideas coherentes o que nos dificulta expresar lo que necesitamos en ese momento».
Por supuesto, vivir pensando de esta manera a la larga puede tener un efecto significativo en el día a día. Como indica el psicólogo: «Afecta en la resolución de problemas rutinarios, en el acceso y en el correcto funcionamiento que nos exige un empleo, en nuestras relaciones familiares, personales, de pareja… Y todo ello con un impacto negativo sobre nuestra autoestima».
Redacción: Lis Parra