Hay evidencia de que durante el confinamiento por el COVID-19, no sólo se incrementó la cantidad de afectados, sino también la frecuencia y gravedad de los atracones.
La pandemia ha provocado un aumento de los casos de trastornos alimentarios y ha empeorado la sintomatología preexistente. En concreto, los atracones se han incrementado significativamente entre las personas que ya presentaban este problema antes del confinamiento. En el resto de la población, son particularmente vulnerables las personas con algún trauma temprano.
Hay muchos factores que podrían explicar este aumento. La pandemia agudizó los sentimientos de soledad, estrés y tristeza, y disminuyó la sensación de control. Además, durante este período se multiplicaron las experiencias traumáticas, incluyendo distintos tipos de pérdida (muerte de un ser querido, quedar desempleado o separarse de la pareja).
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Por eso no es extraño que en el confinamiento hayamos sentido emociones intensas que estaban anestesiadas por la actividad frenética del día a día y que los atracones se hayan utilizado como una manera disfuncional de aliviar las emociones negativas y recuperar la sensación de control.
Existen varias señales de que alguien es víctima de los atracones. Entre ellas encontramos la excesiva cantidad de alimentos consumidos. De hecho, el trastorno comienza con un fuerte deseo de comer alimentos con alto contenido calórico, por lo que conseguir comida adquiere una importancia extrema para el afectado.
La velocidad de la ingesta durante los atracones es más rápida de lo normal, prácticamente se engulle la comida sin apenas masticarla. También es común moverse o estar inquieto mientras se come compulsivamente.
Al principio, las emociones son placenteras, pero luego aparecen los sentimientos de malestar. Algunas personas describen los atracones como un trance, como si no fueran ellos los que comen. Y otros utilizan distracciones para no pensar en lo que están haciendo.
Las emociones negativas como la soledad, ira, tristeza, aburrimiento o ansiedad suelen desencadenarlos, y cómo casi siempre van acompañados por algo de vergüenza se mantienen en secreto.
Recordemos que los principales trastornos de la alimentación son la anorexia nerviosa, la bulimia y el trastorno por atracón. Sin embargo, los atracones pueden darse en las tres manifestaciones, pero en este último trastorno no se producen las conductas compensatorias posteriores como los vómitos autoinducidos y el uso de laxantes. Además, los atracones deben presentarse al menos una vez a la semana durante tres meses para considerarlo un trastorno.
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Un estudio reciente reveló que el 91,5% de las personas que experimentan atracones tienen una historia de trauma. Por lo tanto, los atracones se consideran una forma de comunicar aspectos dolorosos que son difíciles de verbalizar.
Las experiencias traumáticas como fallecimientos, conflictos parentales, divorcios, violencia física, psicológica o sexual, suelen generar una gran agitación emocional en las personas y hacen casi imposible verbalizar el malestar.
Los atracones, entonces, proporcionan alivio a corto plazo de las emociones negativas relacionadas con el trauma. También ayudan a no pensar o desplazar la atención de lo que realmente les preocupa, no pueden controlar o les hace daño, hacia otro problema más soportable.
Así es como las personas desarrollan intolerancia a las emociones negativas y recurren a los atracones cada vez que las experimentan. No obstante, el dolor evitado no desaparece, se incrementa y aflora como síntoma.
Redacción: Lis Parra