¿El sexismo y el racismo atrasan el desarrollo de Latinoamérica y el Caribe?

Internacionales

La estructura social patriarcal, con sus problemas de discriminación, no solo perjudica el desarrollo socioeconómico de la región, sino que también impide explotar su potencial.

Ana Carolina Querino, representante adjunta de ONU Mujeres en Brasil y experta en la promoción de la igualdad de género y raza, analizó los sistemas combinados de opresión que determinan y condicionan la posición socioeconómica de las mujeres afrodescendientes en Latinoamérica y el Caribe.

En primer lugar, señaló que se debe iniciar un proceso de transformación de las normas sociales para promover la equidad y eliminar los estereotipos negativos: «Es muy importante que lo tengamos claro para poder discutir las otras cualidades y habilidades de la población negra… ¿Cómo podemos fomentar el desarrollo de la región cuando desperdiciamos el potencial de las mujeres negras y de la población indígena, basándonos en esta idea preconcebida de que no tienen capacidad?»

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Detalló que «hay factores que causan desigualdades desestructurantes, que son género y raza, pero hay otras cuestiones sociales que van añadiendo camadas, como la pobreza, el sobrepeso o la homosexualidad».

Las mujeres representan el 50,8% de la población de Latinoamérica y el Caribe, según datos del Banco Mundial y, pese a los avances en materia de derechos, siguen siendo vulnerables a estas capas discriminatorias que suelen sobreponerse al sexismo estructural.

Catalina González, doctora en Sociología por la Universidad de São Paulo (USP) recordó que «el feminismo como tal, en su concepción, es blanco, occidental», y tiene su orígen en la lucha de las mujeres por el derecho a votar a comienzos del siglo XX.

Sin embargo, puntualizó que el feminismo tiene distintas corrientes: «Mientras las mujeres blancas reivindicaban su derecho a trabajar, a tener un salario y a ser independientes, las afrodescendientes ya estaban trabajando hacía mucho tiempo fuera de la casa, siendo jefes de familia, y eso tiene que ver con las desigualdades estructurales que existen en nuestras sociedades. Por ello, cuando una reivindica algo, no está pensando en la realidad de las otras».

Luana Génot, fundadora y directora ejecutiva del Instituto Identidades do Brasil que se dedica a combatir el racismo en ese país, explicó: «No debería ser obligatorio para nadie pelear por algo, es muy duro. Pero, dentro del feminismo, la mujer blanca es la que está más cerca de ello por su teórica proximidad a estándares más eurocéntricos y la ausencia de otras capas discriminatorias como el racismo estructural o las cuestiones coloniales de tierras».

Un informe publicado en diciembre de 2021 por la Organización Panamericana de Salud (OPS), estima que en el continente americano hay casi de 175 millones de afrodescendientes.

En Haití y República Dominicana, los negros conforman más de 80% de la población, mientras que en Cuba alcanza el 35,9%. En Centroamérica y Sudamérica, el porcentaje de afrodescendientes es como sigue: en Brasil, 50,9% de la población; seguido por Colombia con 10,5%; Panamá con 8,8%; Costa Rica con 7,8% y Ecuador con 7,2%.

El estudio de la OPS resalta que si bien no llegan al 30% de los habitantes de la región, suponen un 40% de la población más pobre.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en el Panorama Social de América Latina 2021 revela que en los cinco países que disponen de datos específicos, la tasa de pobreza del sector afrodescendiente es del 48% en Colombia, 44% en Ecuador, 28% en Perú, 24% en Brasil y 12% en Uruguay.

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Ante este panorama, Querino destacó que mientras algunos países invisibilizan la existencia de afrodescendientes, como Argentina o Chile, en Sudamérica hay naciones como Brasil, que es el segundo país con más población negra en el mundo y que cuenta con instituciones públicas especialmente dedicadas al combate del racismo.

Para Querino, las mujeres negras deben aumentar su participación política y su autonomía económica: «Es fundamental discutir cómo la pobreza tiene color y género y cómo el potencial de las mujeres negras no está siendo considerado en el diseño de las estrategias de desarrollo».

Finalmente, insistió: «Si no promovemos una inserción completa de este contingente poblacional, si no promovemos una discusión sobre la discriminación y el racismo institucional, si seguimos dejando atrás a estas personas, nos quedamos atrás como región».

Redacción: Lis Parra

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