Algunos niños siguen tan activos al final del día que parecen estar más despiertos que nunca en el momento de ir a la cama. ¿Qué podemos hacer para calmarlos?
Dana Mundt, pedagoga social alemana de la Conferencia Federal para el Asesoramiento Educativo, asegura que muchos padres le piden consejos sobre cómo tranquilizar a un niño pequeño a la hora de dormir, razón por la que está familiarizada con el tema.
Para Mundt, lo importante es evitar el exceso de fatiga en los niños de uno a dos años, pero bajar el nivel de excitación necesita tiempo. Por eso, cuando el pequeño muestra las primeras señales de cansancio hay que ofrecerle algo que lo calme, de lo contrario puede ocurrir que caiga rendido en un segundo, pero tendrá un sueño muy intranquilo.
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En cuanto a cómo reconocer las señales de cansancio, la especialista planteó que «esto puede ser diferente en cada niño. Algunos bostezan como los adultos. Otros comienzan a quejarse, a frotarse los ojos. Algunos reaccionan a todo de forma acalorada o incluso con ira, a veces con agresividad. También son un síntoma típico los cambios de humor, que van desde la euforia hasta la tristeza de un momento a otro».
Una vez que se distinguen las señales individuales hay que entender cómo acompañar al niño. Bajar la excitación y entrar en un estado de calma también es algo que se puede aprender, y nada es más útil que el ejemplo. Es decir, ¿qué hacen los padres cuando están estresados para calmarse?
Lo ideal es que los niños vean que papá o mamá se dejan caer en el sofá con una taza de té diciendo: «¡Qué día tan estresante tuve hoy! Primero voy a relajarme». Sólo así tienen la posibilidad de observar lo que es «bajar la presión». Una técnica que da buenos resultados es establecer algún ritual en que el niño y alguno de sus padres, por ejemplo, se acurrucan juntos en un sofá.
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No obstante, la mayoría de las veces los padres miran la hora y piensan: «¡El niño debe irse a la cama ahora mismo!». Lo más recomendable es planificar un momento de relajación entre la etapa más activa de los niños y la hora de ir a la cama, en vez de decirles repentinamente: «¡Vamos, a dormir!». Este tipo de presión no hace más que estresar aún más a los pequeños.
Otros rituales antes de ir a dormir pueden ser bajar un poco la luz y escuchar un audiolibro, leer un cuento o incluso hacer una especie de cueva con dos sillas y una sábana. Siempre es de mucha ayuda, porque hace que el ambiente se vuelva más pequeño y no permite que sea invadido por tantas impresiones sensoriales.
Esta especie de nido también es idónea para sentarse junto al niño y hablar de cómo fue el día para ambos. Por ende, es una manera eficaz de enterarse si al niño le faltó actividad y por eso no está listo para irse a descansar. Al menos, se podrá contar con una explicación de por qué el pequeño parece tener la batería intacta.
Redacción: Lis Parra