El debate sobre la participación de atletas transgénero en categorías femeninas se encuentra en su punto más álgido, tanto que el COI prefirió hacerse a un lado.
La nadadora transgénero estadounidense, Lia Thomas, ha dividido nuevamente las aguas del deporte. Recientemente se llevó a cabo uno de los torneos de natación más importantes de la Universidad de Harvard, en donde Thomas ganó varias competencias causando polémica.
El debate sobre si las ventajas biológicas de las atletas transgénero son justas para el resto de las deportistas se ha recrudecido en los últimos años. Lo único en lo que están de acuerdo todos es que el conflicto no tendrá solución a corto plazo. Las organizaciones atléticas no han tomado decisiones claras y el libre albedrío dictaminado por el Comité Olímpico Internacional sentó un precedente.
En el caso que nos ocupa, la NCAA (National Collegiate Athletic Association) modificó las reglas relacionadas con las atletas transgéneros. Ahora se les exige el uso de medicamentos supresores de testosterona durante al menos 12 meses. Igualmente, se les impone un límite de testosterona, que deben demostrar ante el rector nacional de la disciplina que practican.
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Lia Thomas, de 22 años, anunció en 2019 que iniciaría una transición de sexo y en seguida abandonó el equipo masculino de natación de la Universidad de Pensilvania. Hizo su debut en los últimos días rompiendo marcas impuestas por nadadoras que compitieron en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
Su desempeño es cuestionado por la ventaja que supone su anatomía respecto a las otras participantes. No obstante, en un podcast, Lia aseguró que estaba viviendo un momento interesante, y comentó que estaba adaptándose a su nuevo cuerpo, puesto que había perdido fuerza y masa muscular.
La nadadora transgénero ganó dos eventos de la competencia de su Alma Mater: estilo libre de 100 y 200 yardas. Thomas nadó las 100 yardas en 50,55 segundos y las 200 yardas en 1:47,08 segundos. Estos fueron los registros que generaron malestar en las demás competidoras.
Para entender por qué no se considera justa esta competencia para las féminas es indispensable examinar los tiempos de Thomas y compararlos con los mejores récords logrados por una hembra biológica.
En el equipo de natación femenino de la Universidad de Pensilvania 2021-2022, el mejor registro para los 50 metros libres es de 22,78 segundos, conseguido por Lia Thomas. El mejor tiempo del equipo masculino en el mismo evento y temporada es de 20,32 segundos. El tiempo récord de Thomas como mujer habría ocupado el 17º puesto en los mejores tiempos para los hombres. Además, su actuación representó el tercer tiempo más rápido para el equipo femenino universitario en las últimas 13 temporadas.
El análisis detallado de otros eventos, especialmente en distancias largas, revela tiempos superiores en comparación con las demás mujeres. Por ejemplo, en las 1650 yardas estilo libre, el mejor tiempo fue 15:59.71, alcanzado por Thomas. El siguiente fue 16:37.44, 38 segundos más tarde. El tiempo de Lia fue el más rápido de la universidad desde la temporada 2008-2009, los más antiguos que mantiene el sitio web de la escuela.
Una de las compañeras de equipo de Thomas se quejó de que «las mujeres ahora son ciudadanas de tercera clase» porque, según ella, el deporte masculino viene primero, luego las atletas trans y las mujeres biológicas ocupan el tercer lugar. La joven nadadora hizo sus declaraciones bajo condición de anonimato para evitar represalias de la NCAA.
De igual manera, a finales de diciembre, un funcionario de USA Swimming renunció a su cargo como forma de protesta, aduciendo que permitir que Thomas compita como mujer es «destruir la natación de mujeres».
La controversia de Lia Thomas se ha repetido con otras atletas transgénero. Aunque únicamente con aquellas que compiten en categorías femeninas. Son ellas las que tienen más requisitos que cumplir. Sin embargo, la guía utilizada en gran parte del mundo deportivo fue elaborada por el COI en 2015.
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Entre otras cosas, se habla de controles periódicos y un máximo de 10 nanomoles de testosterona por litro de sangre. Esas medidas permitieron a Laurel Hubbard competir en la prueba de halterofilia en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. A pesar de que cumplía con todos los requisitos, su inclusión fue percibida como una manera de quebrar la igualdad competitiva. Muchos esperaban un triunfo claro de la atleta transgénero, pero la neozelandesa ni siquiera estuvo cerca de las medallas.
Víctor Granado, presidente de la Agrupación Deportiva Ibérica LGTBI+, recalcó que Lia Thomas no solo cumplió con el requisito de un año de tratamiento hormonal, sino que lo alargó a dos años y medio: «Lo que ocurre es que como gana se entiende que tiene que seguir reduciendo sus niveles hasta que no gane. Las personas trans siempre son sospechosas de hacer trampa cuando ganan, y cuando se ajustan a la normativa, en lugar de pensar que en el deporte profesional hay personas excepcionales en sí mismas, se piensa que algo está mal. Pero nadie se plantea esto en casos como los de Michael Phelps o Indurain y su enorme capacidad pulmonar y baja frecuencia cardiaca».
La presión para actualizar las normas sobre este tópico es cada vez mayor. Por esta razón, el COI se apegó a la medida más simple en apariencia: abandonar la guía de 2015 y establecer la libre elección de cada federación. Básicamente, el Comité se quitó del camino en una decisión histórica y su única condición es que se permita competir a todo atleta siempre y cuando no suponga una «desventaja desproporcionada».
Redacción: Lis Parra