Hay quienes creen que la aparición de bodegones con productos importados, las fiestas en hoteles como el Humbold, el retorno de los casinos, más productos en los anaqueles y los restaurantes de lujo que trabajan a altar horas de la noche, es una prueba de que existe bonanza y prosperidad en Venezuela.
Sin embargo, se trata de una mentira rojita donde la vida de lujo de los enchufados envían una errada señal de prosperidad. A ellos les va de lo mejor malgastando el dinero de los venezolanos, pero para el 95% de la población de Venezuela, la situación económica va de mal en peor. Por lo menos así lo indican datos del Banco Mundial.
Tomemos el caso del dólar, la moneda que se mueve con naturalidad dentro una dictadura socialista y «anticapitalista» desplazando al bolívar, al que sólo le queda el nombre. El uso del dólar a nivel nacional ha permitido contener un poco los efectos de la hiperinflación provocada por el chavismo. Pero mientras este se mueve en billetes de 1, 5 o 10 dólares a nivel del pueblo, quienes montan los bodegones, casinos y restaurantes de lujo, lo manejan por miles sin que se conozca su procedencia
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Debajo de la imagen que nos quieren vender, que incluyen vehículos importados, existe la Venezuela real donde encontrar comida no es tan sencillo. No tanto porque no existan en los supermercados, sino porque su precio está lejos del alcance del pueblo. Nada más alejado de la cacareada reactivación económica que nos quieren hacer ver desde Miraflores.
En Venezuela, los trabajo formales han ido desapareciendo ante el hecho de que, en época de crisis, son los trabajos informales los que generan mayores ingresos. De hecho, la mayoría de los que cuentan con un trabajo formal, que por lo general no llegan a los 30 dólares al mes, realizan labores externas a las que se les llaman «tigritos». Por ello no es de extrañar que el trabajador venezolano cuente con dos o tres empleos que le permitan subsistir en un país en debacle.
Esta realidad ha querido ser opacada con la apertura de «bodegones», la mayoría de ellos asociados con algún enchufado del régimen dictatorial de Nicolás Maduro. En estos lugares se consiguen alimentos, bebidas, artículos de belleza, exquisiteces y más, todo ello importado y (¡que conveniente!) libre de impuestos.
Como es evidente, no se tratan de productos de consumo popular, por lo que está dirigido a un sector exclusivo de altísimo poder adquisitivo quienes representan menos del 5% de la población. Y no se trata sólo de bodegas.
La dictadura está utilizando la apertura de casinos como ejemplo de progreso económico. Otra de las tantas mentiras a las que no tiene acostumbrado el indocumentado. El acceso está reservado a la exclusiva clase alta compuesta en su gran mayoría por nuevos ricos chavistas. Un ejemplo de esto es un establecimiento abierto en Caracas el cual se promociona como «la Caracas que soñamos»: El «Modo».
En este establecimiento, el afortunado poseedor de suficientes dólares para tirarlo a techo podrá disfrutar de cuatro pistas de bolos, tres restaurantes, cinco barras, una heladería y un horno de última tecnología. Incluso cuenta con una guardería para los niños y hasta una tienda que ofrece obras de arte hasta por 3.000 dólares.
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Con un sueldo mínimo en Venezuela de alrededor de los 4 dólares, la ostentosidad de estos centros para boliburgueses (bolivarianos+burgueses) más que hablar de prosperidad económica en Venezuela, demuestra a claras que los únicos que están disfrutando a lo grande son los chavistas que ayudan a mantener la dictadura en el país.
Según la más reciente Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, de la Universidad Católica, el 95% de los venezolanos entran en la categoría de «pobres» y el 70% ya se encuentran en la categoría de «pobreza extrema», una situación que dista mucho de lo vivido durante la democracia dónde existía una clase media sólida, ahora desaparecida.
Luis Zambrano, economista, señala ante esta situación que «Muchos dicen acá que Venezuela pasó del socialismo al capitalismo salvaje, pero incluso el capitalismo más duro tiene cierta regulación. Acá, el gobierno que tutelaba toda la economía erradicó los controles, abrió los puertos, disolvió los tributos. Muchas importaciones no pasan por el control aduanero oficial».
Se trata de un proceso caótico. Estas inversiones de millones de dólares no generan impuestos y hay dudas sobra la propiedad de las mismas. Además
Como vemos, la bonanza chavista es una fiesta de opulencia a la que solo están invitados los cómplices de la más atroz dictadura vivida en los últimos años. Al resto del país (el 95% para ser exacto), sólo les queda ver cómo un puñado de boliburgueses siguen desangrando al país, mientras el resto de los venezolanos escarban en la basura para poder obtener algo que llevarse a la boca.
Redacción: Luis Alfredo González Pico