Todos saben que el ex gobernador Vielma Mora es conocido como «El Carnicero del Táchira», pero repasemos la serie de hechos que lo hicieron merecedor de este apelativo.
José Gregorio Vielma Mora es un ex militar venezolano, cercano colaborador del fallecido Hugo Chávez, que fue gobernador del Táchira durante los difíciles años comprendidos entre 2013 y 2017. Para entender por qué es conocido como «El Carnicero del Táchira», primero debemos recordar que las protestas del 2014 en Venezuela empezaron como movilizaciones estudiantiles en la ciudad andina de San Cristóbal, capital del Táchira, el 4 de febrero de ese año.
Las manifestaciones del día 4 de febrero fueron convocadas luego del intento de violación de una estudiante en la sede del jardín botánico de la Universidad de Los Andes en San Cristóbal. Durante esta primera protesta en contra de la inseguridad, el entonces gobernador ordenó una dura represión en la que varios jóvenes fueron golpeados, detenidos y dos de ellos quedaron bajo custodia.
Los estudiantes denunciaron que durante la protesta la policía del estado había violado el recinto universitario, dañando instalaciones y autobuses. Mientras los universitarios hablaban de atropellos y abuso de poder por parte de los efectivos de Vielma Mora, los funcionarios gubernamentales aseguraron que fueron los opositores «fascistas» los responsables de los hechos violentos.
Al día siguiente, miércoles 5 de febrero, cientos de estudiantes protestaron nuevamente en las ciudades de San Cristóbal y Mérida, sede principal de la Universidad de Los Andes, esta vez para exigir la liberación de sus dos compañeros, uno de los cuales no había participado en la movilización del día anterior y, según testigos, había sido golpeado fuertemente.
Según el relato de la esposa del gobernador, ese día 5 un grupo de personas lanzó piedras y bolsas de basura a la residencia oficial. Aunque el movimiento estudiantil negó su participación en estos hechos, fueron detenidos 5 jóvenes y una mujer que no participaba en la protesta, pero que les ofreció agua. Los 6 detenidos fueron enviados arbitrariamente a la Comunidad Penitenciaria de la ciudad de Coro, en el estado Falcón.
Vielma Mora rechazó los ataques a la casa oficial y responsabilizó a Leopoldo López, dirigente opositor miembro de Voluntad Popular. Los representantes del partido inmediatamente repudiaron las acusaciones de Vielma a través de un comunicado.
Por su parte, Nicolás Maduro hizo un pronunciamiento oficial televisado apoyando las declaraciones de la esposa del gobernador de que un grupo de la «derecha fascista» la atacó con bombas, piedras y balas.
Todo esto terminó siendo el origen de la convocatoria a realizar manifestaciones en varias ciudades del país para el 12 de febrero, día de la juventud, con trágicos resultados.
El gobierno venezolano respondió con un discurso violento, prácticas sistemáticas de represión, militarización de algunas ciudades y criminalización de la protesta. Esta situación provocó una escalada de abusos con los resultados lamentables que todos recordamos.
La violencia y represión se sintió especialmente en el Táchira, donde los manifestantes se negaron a abandonar las calles, levantaron barricadas y obstaculizaron vías, una forma de protesta conocida como «guarimba».
Desde la gobernación se respaldó el uso desproporcionado y excesivo de la fuerza de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y otras fuerzas policiales. Pero eso no fue lo peor, Vielma Mora recurrió a los «colectivos», traídos de otras entidades, es decir, grupos paramilitares de civiles armados adeptos al gobierno, que actuaron con impunidad y en coordinación con funcionarios del Estado. Para asegurar la total impunidad, Vielma Mora ordenó desmantelar el sistema de cámaras de seguridad que existía en San Cristóbal. Los colectivos importados y sus motos fueron albergados y protegidos tanto en la Residencia de Gobernadores, como en el Cuartel San Carlos, ambos en Barrio Obrero.
Se hizo evidente que el gobernador solo se adhirió al llamado que hizo Nicolás Maduro, el 5 de marzo, a los colectivos, consejos comunales y unidades civiles con formación militar para que disolvieran las protestas: «candelita que se prenda, candelita que se apaga». Esta orden desató una espiral de violencia inédita en el país.
Se volvieron comunes en el Táchira los ataques conjuntos de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), la Policía Nacional Bolivariana (PNB) y colectivos, no solo en cualquier punto donde se concentraran los manifestantes, sino también en urbanizaciones y conjuntos residenciales a altas horas de la noche. Incluso se hizo uso de las ambulancias de Defensa Civil para el traslado de los violentos del régimen a sabiendas de que el paso de estas unidades era respetado por los manifestantes.
Dichos ataques iban acompañados con el uso sistemático de sustancias tóxicas y armas de fuego, tratos crueles y degradantes hacia los manifestantes, torturas, detenciones arbitrarias y allanamientos sin orden judicial.
Vielma también fue cómplice de la decisión de tomar militarmente el estado Táchira, con tanquetas en las calles y el sobrevuelo de aviones de guerra sobre la ciudad de San Cristóbal (esto último provocó burlas entre la población, en lugar de la intimidación que pretendía). Los medios locales fueron censurados por el «carnicero», se suspendió el transporte y los tachirenses recibieron amenazas de suspensión del suministro de gasolina tanto del gobierno estadal como nacional, mientras tanto más y más ciudadanos eran asesinados.
Al final, a la ciudad arribaron grandes cantidades de autobuses con personal policial y militar proveniente de toda Venezuela. Incluso se denunció la presencia de la unidad de élite cubana denominada «Las Avispas» e integrantes de las FARC con uniforme militar venezolano. Los diferentes grupos de la resistencia fueron advertidos de que la dictadura había recibido la orden de Cuba de aplastar la revuelta a como diera lugar, incluso haciendo uso de fuerza letal. Ante esto y la nula reacción de la mayoría del país que solo fueron espectadores, se decidió no enfrentar a un grupo de choque conformado por asesinos dispuestos a disparar contra cualquier civil que le enfrentara.
Tomando en cuenta únicamente los abusos cometidos por Vielma Mora en el Táchira durante ese período tan turbulento, solo podemos concluir que el apodo de «El Carnicero» se quedó más bien corto.
Redacción: Sebastián Yáñez