La hiperinflación en Venezuela ha causado un gran impacto en las indispensables remesas. Manuel Orozco, director del Centro para la Migración en Creative Associate y analista senior de Diálogo Interamericano afirmó: «El impacto más importante es que les ha permitido tener un ingreso con el cual pueden obtener alimentos, pero no les está resolviendo todas las necesidades que se requieren en este momento en una sociedad moderna».
El envío de remesas hacia Venezuela se mantiene en crecimiento. El número de hogares que dependen del envío de dinero por parte de familiares en el exterior aumentó del 5% en 2016 al 35% en 2021. Cerca de tres millones de hogares venezolanos dependen de las remesas, según un reciente estudio de Creative Associates en Washington. El promedio de los envíos desde Estados Unidos, en particular, fluctúa entre los 700 y los 3.000 dólares anuales.
Otro hecho que refleja el impacto de la hiperinflación es que casi el 70 por ciento de todas las transacciones desde junio del 2021 se realizaron en dólares, según el encuestador Luis Vicente León. Alrededor del 60 por ciento de esas compras fueron en efectivo y el resto a través de transferencias bancarias o sistemas de pago en línea como Zelle y Venmo.
Más de 5,5 millones de venezolanos, aproximadamente el 15 por ciento de la población, han huido del país en los últimos años. Eso produce un mayor acceso a dólares en el país, ya que muchos migrantes envían dinero a los familiares que se quedaron. De hecho, antes de la pandemia las remesas ya iban en aumento.
Esta situación supone un aumento excesivo en el costo de los bienes, que ocurre cuando el ritmo de crecimiento de la cantidad de dinero circulante no se acompaña con un aumento proporcional en la producción y adquisición de bienes y servicios.
Hablar de la economía venezolana es difícil. Incluso el gobierno carece de cifras oficiales, el Banco Central casi no emite comunicados y el país dejó de usar el bolívar para dolarizarse. Al mismo tiempo, Estados Unidos mantiene restringidas las transacciones con Venezuela, por lo que las compras se hacen en dólares, pero con billetes del mercado negro.
Ronald Balza, decano de Economía de la Universidad Católica Andrés Bello define la situación de la siguiente manera: «En Venezuela hay una emisión monetaria por parte del Banco Central para Pdvsa que nosotros desconocemos. Se contrajo la producción, se restringió la actividad privada y esto limitó las capacidades de inversión impactando la inflación. También cayeron las importaciones y terminamos en una economía de bodegones».
La autorización del gobierno en 2018 para el uso del dólar no ha mejorado las cosas en una nación con una industria petrolera arruinada por el despilfarro y la corrupción. En Venezuela no existe un sistema de transacciones internacionales, como Western Union, que facilite las remesas de la diáspora. Ante los cuellos de botella generados por su propia ineficiencia, el gobierno de Maduro ha impulsado los sistemas de pago digital, incluidos los programas de subsidios estatales como sistema Patria o la Billetera Móvil. A ellos se suma el uso del Petro.
El comercio se ha ido habituando al sistema, con transferencias acreditadas con fotografías que se envían por aplicaciones de mensajería como WhatsApp. La clase media atiende sus necesidades haciendo pagos con el sistema Zelle de la banca internacional.
Los expertos están de acuerdo en que el envío de divisas se ha convertido en un factor fundamental de sobrevivencia para el régimen en Venezuela. Con transferencias que alcanzan los 4.000 millones de dólares anuales, las remesas representan el 5% del producto interno bruto (PIB).
No obstante, aunque las remesas generan beneficios para los venezolanos y una relativa estabilidad macroeconómica a corto plazo, los economistas insisten en que no resolverán la crisis económica del país. La inflación y el ritmo acelerado en el aumento de los precios provoca que el dinero enviado desde otros países rinda cada vez menos para adquirir alimentos y medicinas.
Redacción: Alicia Salazar