No hace muchos días, Venezuela se conmocionó por el naufragio de la lancha «Thor» la cual partió de Higuerote con destino a la Isla La Tortuga con 9 pasajeros a bordo, incluyendo dos niños. De ellos, se logró rescatar a los dos niños, su niñera y el cadáver de la madre de los menores. Habían permanecido 4 días en una balsa improvisada, sin agua potable y a pleno sol. Del resto de los tripulantes no se sabe aún nada.
Menos de dos semanas después se dio por desaparecido el bote pesquero «Don Rafa Junior» con 22 personas a bordo, nave que partió desde Nueva Esparta con destino al archipiélago de Los Roques a donde nunca arribó. Un despliegue de la Organización Nacional de Salvamento y Seguridad Marítima de los espacios Acuáticos (ONSA), en colaboración con los pescadores de la zona, logró dar con los náufragos quienes se aferraban a salvavidas, muchos de ellos improvisados. Como resultado se logró el rescate de 21 sobrevivientes. El único fallecido fue uno de los tripulantes del «Don Rafa Junior» apodado el «Aceitero» quien intentó apagar el fuego provocado por el estallido del motor, razón del hundimiento de la nave.
¿Son estos los únicos naufragios en los mares de Venezuela? La respuesta es no. Como indicó el Comandante Regional del Centro, Rafael J. Rodríguez, este tipo de accidentes «ocurre con bastante frecuencia». Una nada alentadora aseveración. En entrevista radial con Shirley Varnagy, el funcionario destacó al incumplimiento de normativas como razón de peso para estos accidentes aunado a que durante el tiempo de pandemia, muchas de las naves permanecieron inoperativas sin recibir el mantenimiento adecuado. En algunos casos por más de un año. En contraposición, los botes de los pescadores locales, quienes se han mantenido activos aún durante la pandemia, presentan menos problemas.
A esto hay que sumarle la ausencia de equipos de seguridad como contar con suficientes salvavidas para todos los tripulantes y pasajeros, así como rastreadores satelitales que permitan calcular la posición de la nave siniestrada lo que acortaría el tiempo de localización y rescate de los afectados. El tema de los salvavidas es una obligación; los rastreadores depende del tipo de barco aunque también debería ser una norma que permitiría preservar vidas humanas.
En el tema del pesquero, este cumplía las normas en cuanto al rastreador. Sin embargo no activaron la alerta una vez se detectó el incendio. La lancha «Thor», por otro lado, no poseía este tipo de tecnología. Y aunque se presume que llevaba más pasajeros de lo recomendado -lo mismo que el buque pesquero cuya capacidad era de 15 pasajeros y no 22-, se aduce como motivo de su naufragio un inesperado golpe de ola que partió en dos a la nave sin dar tiempo a tomar los salvavidas que pudieran, algunos de los cuales han aparecido flotando en el mar.
Si bien lo indicado por el comandante Rafael J. Rodríguez es cierto, no menos cierto es que ONSA Venezuela no cuenta con recursos marítimos suficientes para cumplir su rol de forma cabal, tal como lo han expresado en varias ocasiones.
Por todo lo anterior, es evidente la resolución de por lo menos tres puntos para reducir el número de naufragios y sus lamentables pérdidas humanas.
1.- Concientizar a las personas sobre el uso de botes que no se encuentren en buen estado. Los pasajeros debe asegurarse que la nave que piensan utilizar posee suficientes salvavidas para todos, así como confirmar que tengan tecnología de rastreo satelital. Así mismo deben exigir el respeto en cuanto al número de pasajeros. Un solo pasajero de más, significa un salvavidas menos en caso de emergencia. Y ese podría ser el suyo.
2.- Un programa por parte de las autoridades de revisión y aprobación oficial para el uso de las naves. Todo gobierno es responsable de la vida de sus ciudadanos, incluso una dictadura como la actual. Si se evita que una aeronave defectuosa despegue, también se debe evitar que un bote inseguro navegue. Esta revisión debe incluir sistema de localización satelital para todo tipo de botes, sobre todo los de mar adentro.
3.- Dotar a ONSA Venezuela del equipo y personal profesional necesario para cumplir con sus funciones. En lugar de importar lujosas camionetas blindadas y de último modelo para sus políticos corruptos, el régimen debería invertir ese dinero en el mejoramiento del equipo actual, modernización de los sistemas y adquisición de equipo nuevo como drones, helicópteros y lanchas rápidas.
Quizás estas sugerencias parezcan básicas, pero son un ejercicio de simple sentido común. De haberse tomado en cuenta todo lo anterior, se hubiera evitado que una madre falleciera en el mar después de 4 días de agonía, abrazando a sus hijos en un último gesto de protección. Una escena que nunca debió suceder y que no debería repetirse jamás.
Redacción: Luis Alfredo González Pico