El dictador Nicolás Maduro voló a México para, literalmente «colarse» en una reunión a la que se pensaba no asistiría y en clara demostración del miedo que tiene de la reacción de los presidentes democráticos de Latinoamérica ante la presencia de un tirano acusado de crímenes de lesa humanidad y con orden de captura internacional.
Los representantes de Uruguay, Luis Lacalle Pou, y Paraguay, Mario Abdo Benítez,sentaron cátedra sobre democracia y diálogo civilizado, mientras que al indocumentado no le quedó otra alternativa que cacarear sin sentido para vergüenza de todos los reunidos.
Haciendo a un lado el ridículo bananero que es algo inevitable en el chavismo, hay una pregunta fundamental. Siendo este elemento acusado internacionalmente por estar relacionado con el narcotráfico, las guerrillas y con un precio sobre su cabeza, ¿por qué el gobierno mexicano no lo detuvo como corresponde al criminal que es?
Esta es la pregunta que se hace el portal de noticias infobae.com, en su publicación del 19 de septiembre de este año, donde indica en su titular «México tiene obligación de arrestar a Nicolás Maduro como lo hizo con el “Chapo” Guzmán». Allí señala, con justificada dureza que «En México se acaba de producir la primera reunión oficial del crimen organizado transnacional con presidentes de América Latina bajo la denominación de “VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC)”. Así la define la presencia de Nicolás Maduro, reo por aplicación de la Convención de Palermo en tribunales de Nueva York y La Florida, con orden de captura y recompensa de 15 millones de dólares. México signatario de Palermo, con tratados de extradición y de libre comercio con Estados Unidos, tiene la obligación de arrestar a Maduro y proceder como lo hizo con Joaquín “el chapo” Guzmán».
Los delitos de los que se le acusa a Nicolás Maduro son en extremo contundente. Desde participar activamente en el tráfico de drogas hacia Estados Unidos y Europa hasta dar cobijo, armas y suministrar inteligencia a narcoterroristas como las FARC. Esto por no hablar de la red de corrupción, tráfico de influencias y lavado de capitales que fue creada por su testaferro Alex Saab, preso en Cabo Verde, cuya extradición no le deja dormir. A esto se le suma la premedita destrucción de país para tener una población dependiente de las armas de control en masas del gobierno como lo es la discrecionalidad en la distribución de los alimentos, el colapso de los servicios básicos como agua y electricidad, la restricción al acceso al internet o la escasez de la gasolina. Una degradación en la calidad de vida de la que fuera una de las naciones más prósperas de América Latina que contrasta con la vida de lujos que disfrutan los «enchufados» que viven como parásitos, y los militares quienes de manera criminal sostienen a un régimen dispuesto a dejar morir a cuantos inocentes sean necesario para mantenerse en el poder.
Todo esto poco le importó a López Obrador, presidente de México. Otro de los pro-comunistas trasnochados que insisten en aupar sistemas que han destruido países para enriquecer a la nomenklatura del momento. Ya el presidente mexicano ha demostrado su inclinación por la dictadura cubana, sin importar el historial de represión y la mísera realidad de un pueblo que, al igual que el venezolano, se niegan a rendirse.
Ante esto ¿cuál es la razón de la presencia de Maduro en la CELAC? La respuesta de infobae.com no podía ser más concisa y contundente: «Lo que en verdad ha conseguido López Obrador es dar prueba plena de su servidumbre y participación en el crimen organizado transnacional. Haciendo de México sede de la promoción y encubrimiento de criminales, viola la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional o Convención de Palermo que ratificó el 4 de Marzo 2003. Viola el Tratado México-Estados Unidos-Canadá T-MEC o Estados Unidos-México-Canadá USMCA con gravísimas consecuencias económicas». Es decir, el presidente mexicano utilizó a su propio país como alfombra para que Nicolás Maduro, buscado por la justicia internacional, se diera un supuesto baño de legalidad al estar entre verdaderos presidentes elegidos de forma democrática.
Algo que debe ser una alerta internacional sobre lo que el movimiento criminal está logrando en América Latina bajo el disfraz de una ideología como el socialismo. Maduro se dio una vuelta por México, a pesar de que este país es signatario del Tratado de Extradición con Estados Unidos, el cual fue firmado el 4 de mayo de 1978. El artículo 1.1 del referido tratado es claro al señalar. «Las Partes Contratantes se comprometen a entregarse mutuamente, con sujeción a las disposiciones de este Tratado, a las personas respecto de las cuales las autoridades competentes de la Parte requirente haya iniciado un procedimiento penal…» Estados Unidos no sólo acusó a Maduro de «conspiración para el narcotráfico» al ser parte de «El Cartel de los Soles» (2023), sino que incluso le puso precio a su cabeza de 15 millones de dólares. ¿Qué más necesitaba López Obrador para cumplir su deber de cara a la Ley tal y como si lo hizo con la extradición de «El Chapo»?
Con todo esto es más que evidente que el dictador Nicolás Maduro debió ser detenido en México apenas colocó un pie en su territorio, así como le aconteció a Alex Saab en Cabo Verde, pequeño país de África que ha demostrado un mayor conocimiento y respeto a leyes internacionales que el exhibido por las autoridades mexicanas.
No cabe duda que, indiferente a los resultados en el seno de la CELAC, el dictador tratará de obtener beneficios de este viaje a hurtadillas, haciéndose ver como un presidente aceptado internacionalmente a pesar de los gritos de «dictador» que se repitieron con fuerza apenas fue informada su presencia en Cumbre. Por parte de López Obrador, si algo logró el presidente mexicano fue hacer recordar a la comunidad internacional democrática su triste papel como celestina del comunismo latinoamericano y ahora también del crimen organizado continental. El hecho de permitir la fuga de un criminal declarado como lo es Nicolás Maduro será algo que ni los Estados Unidos ni la comunidad internacional dejarán pasar por alto. Un error político que deberá afrontar tarde o temprano.
Redacción: Luis Alfredo González Pico