Para Maduro, los Obispos de la iglesia venezolana que enviaron alimentos a los damnificados por las lluvias en Mérida, son «diablos con sotana». Una frase que, en su limitada capacidad, toma del nefasto Hugo Chávez quien fuera declarado enemigo de la iglesia en su tiempo. Esto, a pesar de que, según se dice, fue un religioso quien le salvó la vida después que renunció a la presidencia en los breves días que Venezuela disfrutó por última vez de libertad, del 11 al 14 de abril de 2002.
El asunto al que se refiere el dictador de turno, ocurrido hace pocos días, se dio en Mérida cuando un cargamento de alimentos, medicinas y enseres enviados por el cardenal Baltazar Porras desde Caracas, en nombre de la iglesia, fue detenido por militares sin mayores explicaciones. Esto provocó la reacción del Obispo auxiliar de Mérida, monseñor Luis Enrique Rojas, quien denunció el hecho por las redes sociales. Hay que acotar que este comportamiento de los militares venezolanos ya había ocurrido el fin de semana anterior, al bloquear el paso de voluntarios con donaciones que iban a las áreas afectadas de El Mucutiés. En ese momento se les indicó que podían dejar las donaciones y que ellos -los militares- se encargarían de hacerlas llegar. De más está decir que, por razones obvias, nadie les creyó.
Ante la actitud clara y vertical del Obispo auxiliar de Mérida, y quizás molesto porque la sociedad civil se movilizó mucho antes que la dictadura moviera un dedo para colaborar a los afectados, el dictador chavista arremetió nuevamente, con las ínfulas que lo caracteriza, contra aquellos que pusieron manos a las obras para tender una mano a los venezolanos necesitados.
Haciendo uso de la vieja táctica de dar vuelta a las situaciones, colocó a quienes impedían el paso de las donaciones como las víctimas, y a los donantes, como victimarios. Aseguró que la denuncia era falsa, a pesar de existir grabaciones de los militares quienes no respondían a los reclamos del Obispo, vídeos que circularon por las redes sociales.
En lugar de aceptar el error de sus subordinados, Nicolás aseguró: «Salgo en defensa de la FANB y pido respeto y apoyo al pueblo de Mérida y a la FANB. Basta ya de agresiones viles, miserables. Ni lavan ni prestan la batea. Lo que hacen es show». Esto, dicho por alguien que ha demostrado rapidez para enviar insumos a Haití o Cuba en un show que pagan todos los venezolanos, pero que es lerdo en extremo para atender las necesidades de los nacionales.
Aseguró asimismo que «Por eso el pueblo no los quiere, los rechaza, el pueblo no va a las misas». Olvidando a conveniencia que ha habido ocasiones en que los organismos represivos del régimen han tratado de impedir la asistencia de la feligresía a los templos, la cual siempre ha estado presente en una nación católica como la venezolana.
Los comentarios de Nicolás Maduro siguen demostrando su evidente odio en contra de los venezolanos. Un odio que se extiende de manera enfermiza, en contra de aquellos que buscan las soluciones que el chavismo se empeña en torpedear. Una demostración más de que, en dictadura, toda acciones social en pro del país, se convierte en una actividad de alto riesgo.
Redacción: Luis Alfredo González Pico