La tecnología clave de las “súper zapatillas” es la placa rígida, a menudo hecha de carbono, y la espuma elástica ultraligera. Los científicos no están seguros de por qué los zapatos brindan beneficios tan notorios, pero se entiende que sus cualidades reducen significativamente la cantidad de energía que gasta el corredor.
La controversia no es reciente. Ya en 2016, con la aparición de los primeros calzados de este tipo, se iniciaron también los intentos por regularlos; hasta que el 31 de enero de 2020, justo antes de las pruebas olímpicas por equipos de EE.UU., la World Athletics (WA) presentó la esperada enmienda a la regla de calzado para correr.
La nueva regla requiere que los zapatos para correr tengan un grosor máximo de entre suela de 40 mm y no más de una placa rígida. El director de la competición en cualquier carrera tendrá derecho a confiscar, después de la línea de meta, cualquier calzado que considere cuestionable. Igualmente, ningún zapato se puede utilizar en competición a menos que “haya estado disponible para su compra por cualquier atleta en el mercado minorista abierto” durante al menos cuatro meses.
La nueva regla había satisfecho a aquellos que deseaban restricciones para evitar que los registros continuaran cayendo a un ritmo tan rápido.
No obstante, la polémica regresó con fuerza durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Yannis Pitsiladis, quien formó parte de la comisión científica y médica del Comité Olímpico Internacional, ya lo había advertido: “El mismo zapato ofrece una gran variabilidad entre diferentes atletas, incluso más del 10 por ciento (mejora en el rendimiento) en algunos casos”. También comparó las zapatillas con una forma de “dopaje tecnológico” y pidió que se modificaran las regulaciones para que las zapatillas no pudieran determinar el resultado de una carrera.
Y justamente eso fue lo que sucedió. Una de las carreras que estuvieron en el ojo del huracán fue la final de los 400 metros con vallas, en donde el noruego Karsten Warholm batió el récord mundial al terminar en apenas 45.94 segundos, convirtiéndose así en el primer hombre en bajar de los 46 segundo en dicha prueba.
De acuerdo con varios expertos, la tecnología usada en el calzado de los atletas es la responsable de que se pueda romper una marca que llevaba casi 30 años de vigencia en al menos cuatro veces en el último año. Lo mismo pasaría en pruebas como los 100 metros con vallas femenino o 400 metros con vallas femenino, donde también se batieron récords históricos.
Las opiniones siguen siendo contradictorias. Uno de los críticos es Usain Bolt, quien ve el aumento en la velocidad en todos los ámbitos como injusto para aquellos que corrieron en épocas anteriores. La leyenda jamaicana cree que podría haber corrido más rápido si se le hubiera permitido el lujo de las “súper zapatillas”. “No lo sé con certeza. Pero definitivamente mucho más rápido, por debajo de 9,5 segundos seguro, sin duda”, expresó.
Por su parte, Shelly-Ann Fraser-Pryce, la atleta bicampeona de los 100 metros en Pekín 2008 y Londres 2012, poco antes del inicio de los juegos de Tokio argumentó que se le ha asignado demasiada importancia al zapato: “Puedes darle el ‘spike’ (zapatilla) a todos en el mundo y eso no significa que correrán el mismo tiempo que tú o incluso mejor. Requiere trabajo”.
Redacción: Enrique Hernández